jueves, 28 de junio de 2007

Posición valórica del hombre en la Edad Media: Virtudes y defectos.

Centrando la mirada en los personajes de “Las hazañas de Mío Cid Campeador”


Rodrigo Díaz de Vivar, Mío Cid Campeador, gran guerrero burgués y caballero de Castilla. A lo largo de su vida recorrió extensos territorios, luchó contra los moros, conquistó naciones y fue capaz de unificar España, consolidándola como una sola gran nación. Nada de eso hubiese sido posible sin la constante ayuda de sus más fieles amigos, Alvar Fañez y Martín Antolínez, que junto con Per Vermúdez, siempre formaron parte de la hueste del Cid y nunca dejaron de creer en sus aventureras hazañas.

En la historia no participan solamente los personajes anteriormente nombrados, sino que también aparecen el rey de Castilla, Alfonso VI, Jimena Díaz Rodrigues, esposa de Mío Cid, sus hijas María y Cristina, sus padres Diego Laínez y Teresa Álvarez, y también variados personajes moros, de los cuales puedo nombrar a Almutamin y Almondir.

Este libro narra hechos que ocurrieron en la época medieval, en el cual se pueden encontrar diversos tipos de temas en cuestión. A la vez, se señalan implícitamente ciertos valores esenciales del período que marcan la diferencia entre cada persona y construyen una identidad. No solo son virtudes las que construyen una identidad sino, también, los defectos o antivalores son parte de nuestra esencia humana.

A modo de desarrollo, relataré detalladamente, como Ruy Díaz y los personajes de esta obra, resuelven vivir y desglosar sus virtudes, cada cual llevada a su propio contexto de vida y leyenda.

La “lealtad”, es un valor que hoy día estamos comenzando a extrañar. Sin embargo, en los tiempos de la época del medioevo se trataba con suma franqueza. Todos los acuerdos que se tomaban de palabra, no eran para sostenerlos por un corto tiempo, sino que perduraban en el tiempo. Entre reyes y caballeros, caballeros y vasallos, siempre existió una conexión lejana, pero al momento de vincularse unos a otros por medio de la palabra, se dejaban de extrañar la barreras, y por encima de todo perduraba la emoción y el encantamiento del comprometerse con el otro.

Vicente Huidobro en su obra, nos hace referencia al “amor” relatando como con los años, la figura de su protagonista se va agrandando hasta transformarse en el más respetado de los señores. Mío Cid se enamoró de la vida, de su corcel Babieca, de Jimena y de España. Pero por sobre todo de España la cual amó con entusiasmo y pasión, llegando a tal punto que su esposa alguna vez se dijo y soñó, que ya no tenía hombre, pues este último se habría largado con su queridísimo país, se sintió sobrepasada, completamente en desdicha y bajeza. Jimena sabe y está conciente de que el hombre con quién se casó ama más a España que a ella. “En realidad yo no tengo marido y querría saber si Rodrigo se ha casado conmigo o con España. ¡Pobre doña Jimena: el Cid no os pertenece ni se pertenece a sí mismo!” (Página 192)

“Fidelidad” es un término que usamos comúnmente para referirnos a lo esencial de una relación. De esta manera nos unimos en compromiso para tener confianza, hacer culto de la verdad y compartir vivencias con el ser querido y/o amado. Esta virtud, se reencarna con pasión en el Cid, pues demostraba con fervor su cariño y lealtad hacia su rey y sus vasallos. Todo esto queda demostrado en los actos de Ruy, debido a que constantemente tras cada batalla donde la victoria se hacía presente, el botín obtenido era repartido con equitativa generosidad entre el Cid y sus vasallos. Así mismo, mostraba su fidelidad al rey, pese a que él mismo lo desterró, enviándole cada ciertos períodos de tiempo, distintos tipos de obsequios, tales como caballos, oro y piedras preciosas. “Id a Castilla y llevad al rey Alfonso, el ingrato, cien magníficos caballos ricamente enjaezados, cien esclavos moros que los guíen por la brida y cien llaves de las ciudades y castillos que he ganado. (…) Se diría que quiere demostrarle que aun en medio de triunfos (…) sigue siendo el vasallo leal por excelencia” (pagina 271)

La “justicia” hace referencia a algo que no deber ser mejor para unos ni mejor para otros. Si observamos la justicia con altura de mira, nos damos cuenta que quien aplica justicia debe ser imparcial, no puede tener prejuicios ni acusaciones previas contra ninguna de las partes. Así mismo lo hizo Mío Cid Campeador quien con gran altivez siempre impuso justicia en su mando. Luego de cada batalla el tiempo de descanso para él y su hueste era óptimo, al momento de repartir el botín no había quejas, todos estaban de acuerdo. “Una vez reunidas las riquezas conquistadas por ambos, el buen Cid ofrece a Alvar Fáñez la quinta parte de todo. –Mucho os lo agradezco, (…) pero yo no tomaré dineros que solo a vos os pertenecen. Manda el Cid a repartir el botín y que los repartidores hagan su recibo.” (pág. 218). Por tanto podemos decir que Ruy Díaz, fue un hombre que tras su formación dura y cerrada, practicó la justicia tal como debía ser, y mostró en España una imperiosa y suprema manera de juzgar.

A continuación, desglosaré los antivalores de los hombres del medioevo.

La “crueldad”. El tiempo histórico que vivieron estos caballeros no fue el más fácil. Fueron épocas de guerra, frías, llenas de sombra y tinieblas. Díaz de Vivar vivió entre pasajes oscuros y desesperanzados. Por esto, cada vasallo en su formación, recibía la capacidad suculenta de no tener piedad frente a cualquier enemigo que debía ser ejecutado, reaccionaban con atrocidad y sin mayor instrucción empuñaban su espada, cortaban cabezas y trituraban enemigos. Sin duda el mayor acto de crueldad que podemos encontrar en esta época es lo que podría llamar “burlar al muerto”. A modo de venganza y humillación, el Cid se llevaba como preciosos trofeos de guerra, manos, cabezas y pies ejecutados de sus enemigos. “Rodrigo (…) se lanza a fondo rápido, en un salto, y su espada se hunde en el pecho de Lozano. El conde se desploma al suelo pesadamente y en un gesto automático levanta la mano derecha (…) Rodrigo, con una agilidad felina, al ver la mano levantada, de un solo tajo la echa a volar por el aire” (página 65).

La “envidia” en nuestra historia se pronostica como un antivalor importante, la infelicidad de necesitar o querer más de la cuenta algo que otra persona posee, hace caer al personaje en banalidades que no podemos entender con el uso de la razón. Por medio de la envidia, vemos cómo se va perdiendo el sentido de la originalidad, el sentido de lo único y lo propio. La envidia convence completamente al rey Alfonso que el Cid está tratando de obtener más poder que él, su rey, haciéndolo sufrir miedos e inseguridades. Por eso mismo, el rey Alfonso, celoso de los seguidores del Cid, del arrastre que este está teniendo, cegado de sí mismo manda a Ruy a cobrar parias a los reyes de Córdoba y Sevilla y a poner orden en Andalucía, así evitó tener contacto con el Cid por algún tiempo.

Por último nombraré la “venganza”, extraño pensamiento que aparece en las mentes de los desdichados que han sufrido de algún mal causado por alguien ajeno a él, y al cual deben hacer sufrir en igual o mayor medida para intentar mitigar el daño. En la historia del Cid, la venganza aparece al comienzo. El conde Gómez de Orgaz, más conocido como conde Lozano quien era el padrino de Jimena; que en ese entonces no era esposa de Ruy todavía, manchó el honor de Diego Laínez, padre del Campeador, con una bofetada. En la época medieval el honor de las personas y de la familia era importantísimo, “El honor tiene razones que el corazón no entiende, lo que no impide que el corazón hable y se queje.” (Página 66). Es por eso que el Cid apenas supo el nombre del infame señor fue en su búsqueda, lo halló y tras una dura lucha de espadas que iban de arriba abajo, la tizona del Cid se hundió el pecho del conde, terminando así con su vida.

Tras esta impecable definición de cada valor y antivalor de los hombres medievales, concluiré mi ensayo con una síntesis de las virtudes y defectos del hombre en esa época.

El protagonista de nuestra historia nos da a conocer un estilo de vida que no se asemeja para nada a la de hoy en día. Por tanto, podemos resaltar en ese contexto, valores como la lealtad, el amor, la valentía, la fidelidad y la justicia, que son los que consagran a cada persona por lo que es. Por otra parte, Mio Cid Campeador, junto a los grandes caballeros y reyes de los tiempos, poseían intrínsecamente su lado turbio dando a conocer así su lado maligno, donde la crueldad, la venganza y la envidia se apoderaron mas de alguna vez de sus actos, pensamientos y sabidurías.

Bibliografía:

- Vicente Huidobro, Mío Cid Campeador Hazaña. Editorial universitaria, edición especial para el V centenario.

Bernardita Astaburuaga Coddou. IIº medio C.

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